miércoles, 30 de enero de 2008

Instantes Mágicos


Cada minuto que pasa, es un milagro que no se repite.
( Cataratas del Iguazú - Misiones, Argentina)

lunes, 28 de enero de 2008

Colores de una mùsica
que aùn no ha nacido. (Pablo Guerrero)

-publicado por Aurora-

sábado, 26 de enero de 2008

Dos miradas a la Navidad, Año Nuevo y Reyes

Navidad, Año Nuevo, Reyes en La Coruña (España):

Por acá las navidades se viven con intensidad, con una cuidada ornamentación en las calles, esas luces que dan tanta vida!!!
Muchas ventanas con adornos, con Papá Noel escalando las ventanas, algunas zapatillas simbólicamente colocadas en las ventanas esperando que les pongan golosinas.
Todos los años se hacen dos caravanas: una de Papà Noel y otra de Reyes Magos - ambas son preciosas y lo más extraordinario que tiene es la cantidad de niños y papás concurriendo a verlo. Al paso de los niños tanto Papá Noel como los Reyes regalan golosinas, claro que siempre hay algún avivado que coloca un paraguas ( imprescindibles por estos lugares) boca abajo para recibir más caramelos :)
Lo mejor de todo es que tanto mayores como niños lo viven con alegría y curiosidad. Te das cuenta en realidad que los adultos no crecen, solo se disfrazan de grandes cuando tienen sus responsabilidades, porque a la mínima fiesta que aparece sale el niño en cada uno, y ves como es realmente la persona, pues el niño muestra toda su pureza, su espontaneidad.
Hay un momento cuando los Reyes Magos salen del Ayuntamiento para dar toda la vuelta a la ciudad, que los niños hacen cola para darles besos y recibir un detalle (una bolsita con chiches dentro). Los hay que preparan la foto para inmortalizar ese momento tan mágico que luego de grandes les hará recordar.
Todo esto me hace recordar a mi también como vivía yo las fiestas de chica… y sí, era parecido, quizás con más inocencia (éramos más tontos :) pero con la misma curiosidad.
Me gusta ver y darme cuenta que las fiestas navideñas, y las fiestas en general, carnavales, semana santa, y cualquier otra excusa que se convierte en fiesta para sacar fuera de manera sana y linda lo mejor de nosotros... eso, no se pierde, descubro cada año que esta ahí, se trasmite de padres a hijos y a nietos y me gusta saber que no se pierde la esencia de nuestra cultura, los rituales tan necesarios que son parte fundamental de la vida.
Como dice en el cuento de Jorge Bucay: sólo se cuentan los momentos lindos vividos. Es lo importante.

Por Aurora


Navidad, Año Nuevo, Reyes en Santa Fe (Argentina)

De este lado del gran charco la forma en que se viven las fiestas son muy dispares. Polarizados entre quienes viven muy bien, entre quienes viven y entre quienes subsisten a duras y a penas.
Por un lado se ve la postal de la gente arremolinada en los centros comerciales, haciendo frenéticamente sus compras para las fiestas, empujándose unos a otros, apretándose… Las ornamentaciones en la cuidad se ven en franca disminución, marcando quizás un desinterés creciente por el rito y tan solo movidos por la costumbre.
Por el otro lado se ve la postal de quienes tan solo miran a quienes compran y esperan con ansias lo que puedan llegar a recibir de las caravanas solidarias donde se recolectan juguetes para los niños y alimentos para las personas.
Y en el medio, uno se pregunta ¿Qué nos sucedió? ¿Qué nos sucede?
Porque recuerdo mi infancia en que las fiestas se esperaban con ansias y los preparativos comenzaban mucho tiempo antes. Recuerdo que las mesas eran grandes y largas, las familias se reunían, cada uno llevaba lo que tenía y podía y si no, no importaba. Se reía y celebraba, se esperaba la llegada de Papá Noel en navidad, la llegada de las 12 de la noche para fin de año, se dejaba el pasto y el agua para los camellos de los Reyes Magos, con la ilusión de recibir algún regalo.
Había alegría, había ilusión en las miradas, calidez en los abrazos, había esperanza.
Hoy las mesas son más cortas, las familias no se reúnen tanto y esperan que las fiestas pasen lo más rápido posible, la risa no es la misma ni la alegría tampoco. Se ha perdido, creo, la inocencia, la frescura, el placer de reunirse tan solo porque es lindo hacerlo, de abrazarse, porque no debe haber un mejor regalo que la caricia y la contención de un ser querido.
Quizás estos años de crisis tras crisis económica han matado ilusiones y esperanzas, quizás el agua de dos inundaciones consecutivas y desastrosas borró las huellas del pasado y se llevó los sueños.
Quizás nos hemos olvidado de ser como niños y quizás sea tiempo de buscar dentro nuestro, de rescatar al niño que todos llevamos interiormente y al que nunca debemos olvidar, porque es nuestra esencia.
Como bien decía el zorro en El Principito “Los ritos son necesarios”. Recuperar la inocencia, la frescura, volver a los orígenes, a la propia esencia, a lo verdadero y lo perdurable, al amor y la alegría, ése es el desafío.

Por Carlos

martes, 22 de enero de 2008

Enseñanzas


Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto:
a alegrarse sin motivo,
a estar siempre ocupado con algo
y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.

-Paulo Coelho-












Publicado por Aurora-




El Buscador


Esta es una historia que particularmente me lleva a reflexionar cada vez que la leo:
Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Había aprendido a
hacer caso riguroso de estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de
sí mismo. Así que lo dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores.
La rodeaba por completo una especie de pequeña valla de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en aquel lugar.
El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió aquella inscripción sobre una de las piedras:
Abdul Tareg,
vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente una piedra:
era una lápida.
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel lugar.
Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía:
Yamir Kalib,
vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas
El buscador se sintió terriblemente conmocionado.
Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cada piedra era una tumba.
Una por una, empezó a leer las lápidas.
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años...
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.

El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó.
Lo miró llorar durante un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
—No, por ningún familiar —dijo el buscador.
—¿Qué pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad?
¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar?
¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que les ha obligado a construir un cementerio de niños?
El anciano sonrió y dijo:
—Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré...:
«Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A la izquierda, qué fue lo disfrutado.
A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.
Conoció a su novia y se enamoró de ella.
¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?
¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media...?
Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso...
¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?
¿Y el embarazo y el nacimiento del primer hijo...?
¿Y la boda de los amigos?
¿Y el viaje más deseado?
¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?
¿Horas? ¿Días?
Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos...Cada momento.
Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba.
Porque ese es para nosotros el único y verdadero TIEMPO VIVIDO».
Fuente: "Cuentos para Pensar" de Jorge Bucay

La fuerza del agua solo es comparable a la fuerza del amor.

-Aurora-